Historia de un Clan
Apariencia social
Asistían a misa todos los domingos, el padre de saco y corbata, la madre y las hijas con sus mejores vestidos, los chicos no eran muy religiosos, "gente amable" comentaban los vecinos
Tenían cinco hijos Alejandro, un gran jugador de rugby en el Club Atlético de San Isidro (CASI), que llegó a jugar en los Pumas y estaba en pareja con Mónica Sörvik, maestra jardinera en el colegio Todos los Santos.
Seguía Daniel, alias “Maguila", Silvia, una de sus hijas mujeres, estudiaba artes plásticas, y por ultimo Adriana y Guillermo, los cuales eran adolescentes en esa época, que nada tuvieron que ver con el tema
Si bien su apellido no pertenecía al círculo de las familias tradicionales de San Isidro, sus tres hijos jugaban al rugby en CASI y eso les había permitido el roce social que tanto anhelaban y el cual se esforzaron por mantener hasta el último momento.
Sin duda nadie se imaginaba lo que ocurría en el sótano de la casa, ya que, por encima de esa cárcel improvisada, la familia mantenía un negocio de artículos de windsurf como fachada
Las puertas del infierno
En el interior de la esquina de Martin y Omar al 500 mantuvieron cautivas a 3 personas.
Esta banda secuestradora se organizó según planes de Arquímedes Puccio, quien convocó (y obligó) a sus hijos Daniel y Alejandro a seguir las reglas y órdenes para lograr de su objetivo.
Nadie podía negarse o desobedecer las leyes de su autoritario padre. Además se apoyaron en la complicidad del militar retirado Rodolfo Franco, y los amigos de la familia Guillermo Fernández Laborda y Roberto Oscar Díaz
El plan consistía en marcar a los "candidatos" porque eran conocidos, amigos de los hijos del rugby o gente cercana a algún miembro de la banda, no sin antes asegurarse de que la familia de estos fuera capaz de pagar el rescate
Una vez hecho el llamado de aviso le dejarían una serie de pistas a la familia hasta llegar a la última, la cual contenía el punto exacto donde debían dejar la suma de dinero solicitada
Comienza el horror
22/07/1982: El joven empresario Ricardo Manoukian, era amigo de Alejandro Puccio, con quien "casualmente" se encuentra en su camino, lo secuestran, lo meten en una camioneta y se dirigen a la casona. Fue hallado a los pocos dias, sumergido hasta la cintura en una laguna, con tres tiros en la nuca. La familia había pagado 250.000 dólares como rescate
05/05/1983: Otro conocido de Alejandro por el rugby, un ingeniero, llamado Eduardo Aulet. También secuestrado y asesinado. Pago del rescate 100.000 dólares. Su cadáver fue desenterrado recién en 1987, en un campo de General Rodríguez.
22/06/1984: Frena un vehículo en la calle atendiendo al llamado de Arquimedes, quien inventa una excusa para introducirse al mismo. El empresario Emilio Naum se resiste al secuestro y muere allí mismo al recibir un disparo proveniente del asiento trasero
23/08/1985: Fue el último caso. Nélida Bollini de Prado, por quien el “clan” pedía 500 mil dólares. Estuvo 32 días encerrada en el sótano de los Puccio, hasta que la policía pudo rescatarla.
El comienzo del fin
Finalmente, el 23 de agosto, la policía entraba a la casona de Martín y Omar 544 y ponía fin a una de las mayores bandas criminales de la historia argentina. Ese día, Arquímedes, su mujer Epifanía y sus hijos Alejandro y Daniel fueron detenidos.
Según Defagot, quien formaba parte de la División de Fraudes y Estafas de la Policía Federal en 198, hacía 32 días que seguían de cerca a la banda – tras la denuncia de la familia sobre la desaparición de la mujer – siguiendo los llamados telefónicos que recibía la familia de la retenida. Esa noche estaban preparadas 15 brigadas en la calle, acechando los movimientos del líder del clan
Los peritos definieron a Arquímedes Puccio de esta manera. Era sumamente inteligente y con un gran poder sobre el resto, con autoridad.
En todos estos años, nadie se atrevió a vivir allí, incluso, cuando la propiedad – que sigue en poder de Epifanía Calvo – fue tasada en unos 500 mil dólares, sin embargo el estado de la casa era tan deplorable que su valor fue considerado como “lote”
Sin embargo, la antigua morada de los Puccio encontró inquilinos. Se trata de dos jóvenes diseñadores industriales que comenzaron a habitarla hace ocho meses. Allí, instalaron un taller de serigrafía e intentan darle “otra cara” a la vieja cárcel familiar
“Cuando alquilamos, no conocíamos la historia, éramos muy chicos cuando pasó todo.
Después de firmar el contrato una persona nos dijo lo que pasó acá. Me quería morir, pero ya estábamos adentro, igual, creo que acá no mataron a nadie, la usamos más para trabajar y en ocasiones nos quedamos a dormir”
El joven aclara que, por contrato, no pueden permitir filmar ni sacar fotos en el interior. Una especie de cláusula de confidencialidad establecida por los dueños, a quienes no conocen.
Los ventiletes del sótano fueron tapados, pero la imagen de Arquímedes barriendo la vereda día y noche aún está latente entre los vecinos que se animan a hablar del pasado. “Le decíamos ‘el loco de la escoba’ pero, en realidad, lo que hacía era comprobar que afuera no se escuchasen los gritos”, reflexionan.
Sobre la casa donde ocurrieron algunos de los los crímenes más aberrantes de la historia, proponen expropiarla; algunos más audaces, demolerla, pero la mayoría prefiere ignorar su existencia.Un psicópata desalmado, perverso y cínico
Los peritos definieron a Arquímedes Puccio de esta manera. Era sumamente inteligente y con un gran poder sobre el resto, con autoridad.
Una maldad sin grietas que mantuvo durante toda su vida y que hacía casi imposible humanizarlo. Un malo absoluto.
El fue un asesino que no mató, pero el hecho de no matar no lo hace menos asesino. La perversión estaba en cada detalle: porque no era sólo el dinero de los secuestros, evidentemente había un goce en la tortura y el sufrimiento ajeno: de las víctimas, de las familias de las víctimas, de los que estaban en la banda y de su propia familia.
En ningún momento tuvo sensibilidad ni hacia su propia familia. La destruyó a sabiendas.
En ningún momento tuvo sensibilidad ni hacia su propia familia. La destruyó a sabiendas.
La infancia y el modelo familiar
Quienes conocieron al temerario Arquímedes señalan una personalidad fría, dura y distante. La psicologa Beatriz Goldberg advierte los peligros de una crianza bajo una figura con rasgos “perversos” y “psicópatas”. Les enseñaron que no importaban los códigos, las amistades debían responder a una utilidad, la crianza de Alejandro y sus hermanos fue utilitarista”, detalla.
Pero no todos los hijos de Arquímedes reaccionaron de la misma manera. Guillermo, el más chico, abandonó la casa familiar antes de que estallaran los crímenes y nunca regresó, logro despegarse de la dinámica perversa y nunca dio vuelta atrás
Las mujeres del clan
Nunca quedó claro si las mujeres Puccio supieron lo que sucedía en su propia casa. “Eso es imposible. Pudieron no tener certezas, pero las sospechas estaban seguro. Esa mujer (por Epifania) tuvo cinco hijos con Arquímedes, en el fondo sabés a quién tenés al lado. Una puede desconocer detalles finos, pero no tan grandes. Además, había otro dato clave: ¿cómo no se preguntaba de dónde sacaba el dinero su marido? El no preguntar es complicidad”, denunció la psicóloga Beatriz Goldberg
A diferencia de su madre, Silvia y Adriana se jugaban la aprobación paternal. “En ese momento eran muy chicas y es difícil romper con un modelo familiar tan fuerte y perverso. Oponerse a la figura del padre era aún más complicado para las mujeres. Pero tampoco cabe la posibilidad de que no supieran lo que sucedíaAlejandro, entre la necesidad de aprobación y los “suicidios sociales”
Como primogénito varón, Alejandro debía cumplir con las expectativas de su padre. Rebelarse siendo el primero es siempre mucho más complicado, en especial con una figura tan fuerte delante. De todos modos, él tuvo una elección: fue en busca del afecto de su padre a cualquier costo. Necesitaba sentirse admirado por Arquímedes y, además, el gustaba el nivel socio-económico que tenían gracias a los secuestros.
Pero no soportó las consecuencias. Después de que los crímenes tomaran conocimiento público intentó quitarse la vida en cuatro oportunidades. Quiso electrocutarse, intentó ahogarse, tragó cartuchos de máquina de afeitar y hasta se tiró esposado del segundo piso de Tribunales. “Lo hizo delante de todos los medios. Buscaba redimirse, limpiar su apellido. Fue un mensaje para la sociedad: ‘Soy víctima, no victimario’. Creo que se arrepintió de lo que hizo, pero no por las víctimas, sino por las represalias sociales que sufrió su imagen de niño bien del CASI”, remató. Murió por una infección generalizada en 2008
El hoy
Cuando salió de prisión, Daniel “Maguila” Puccio puso un bar en el viejo local. Pese a que era concurrido, sobre todo por los chicos que salían de la escuela ubicada a unos pocos metros del lugar, Maguila debió cerrarlo por la presión de los familiares de las víctimas. Pero la propiedad siguió siendo redituable para el clan. Desde entonces, por el local desfilaron diferentes rubros y, en la actualidad, es alquilado por no menos de 25 mil pesos mensuales.En todos estos años, nadie se atrevió a vivir allí, incluso, cuando la propiedad – que sigue en poder de Epifanía Calvo – fue tasada en unos 500 mil dólares, sin embargo el estado de la casa era tan deplorable que su valor fue considerado como “lote”
Sin embargo, la antigua morada de los Puccio encontró inquilinos. Se trata de dos jóvenes diseñadores industriales que comenzaron a habitarla hace ocho meses. Allí, instalaron un taller de serigrafía e intentan darle “otra cara” a la vieja cárcel familiar
“Cuando alquilamos, no conocíamos la historia, éramos muy chicos cuando pasó todo.
Después de firmar el contrato una persona nos dijo lo que pasó acá. Me quería morir, pero ya estábamos adentro, igual, creo que acá no mataron a nadie, la usamos más para trabajar y en ocasiones nos quedamos a dormir”
El joven aclara que, por contrato, no pueden permitir filmar ni sacar fotos en el interior. Una especie de cláusula de confidencialidad establecida por los dueños, a quienes no conocen.
Los ventiletes del sótano fueron tapados, pero la imagen de Arquímedes barriendo la vereda día y noche aún está latente entre los vecinos que se animan a hablar del pasado. “Le decíamos ‘el loco de la escoba’ pero, en realidad, lo que hacía era comprobar que afuera no se escuchasen los gritos”, reflexionan.
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